Cazadores de arcoíris: los peligros de buscar siempre la «felicidad»

Cuando era niña, mi papá solía llevarnos mucho al rancho donde creció rodeado de maizales, vacas y caballos. Mi época favorita para ir era cuando llovía, porque el campo estaba verdísimo, olía a tierra húmeda y mis tíos nos preparaban a todos los niños comida caliente que sabía a lo que era: de rancho.

Recuerdo que en alguna ocasión mis primos y yo estábamos jugando cuando escampó y un enorme arcoiris atravesó el cielo, terminando del otro lado de una barda lejana. Si viste las mismas caricaturas que yo, recordarás que siempre hay un tesoro al final del arcoíris. Así que reté a mis primos a una carrera: el primero que llegue se queda con él tesoro. Te podrás imaginar lo que sucedió. El tema es que al cabo de un rato, mis primos se aburrieron de ir cazando al arcoíris cada vez más lejos y decidieron volver para jugar otra cosa. Yo por mi parte me decidí a continuar. Estaba convencida de que sólo tenía que caminar un poco más para obtener ese maravilloso tesoro. Sólo un poco más.

Cuando se es niño, el tiempo fluye de forma relativa y no me había dado cuenta de todo el tiempo que estuve persiguiendo ese arcoíris hasta que, cuando salió el sol y éste desapareció, me di cuenta de que mis taquitos estaban fríos y mis primos agotados por tanto juego, descansaban cómodamente con el estómago lleno. Me sentí tan frustrada que me puse a llorar. Siempre he sido muy sensible, pero descuiden, me volvieron a calentar mis taquitos. Pero lo que realmente nunca olvidé de esa experiencia fue la terrible sensación de darte cuenta de lo mucho que te has perdido por aferrarte a algo que al final no te dio la satisfacción que esperabas.

Ahora que he crecido, sé perfectamente que los arcoíris son ilusiones ópticas, que no están realmente en ninguna parte y que por eso el tesoro es imposible de encontrar. Aún así, siento que no he dejado de ser del todo una cazadora de arcoíris, y también descubro, que mucha gente a mi alrededor parece ir por la vida persiguiendo sus propios arcoíris.

El arcoíris

El arcoíris es esta idea hermosa, extraordinaria y sin defectos de lo que nos llevará a encontrar la felicidad: independizarse de los padres, encontrar a nuestra alma gemela, obtener títulos o trofeos, una posición de poder en el trabajo, la casa de nuestros sueños, ese viaje por el mundo, una familia perfecta, etc.
Muchas de estas cosas existen en el mundo real, pero NO a la altura que tienen los arcoíris, no en ese grado de perfección. Vivir solo también implica responsabilidades (a veces hasta más); las parejas discuten y a veces no se comprenden; a veces no recibimos el reconocimiento que merecemos, a veces los trofeos sólo se empolvan en las repisas y los títulos adornan la pared; las casas se desgastan, los viajes se acaban y las familias se separan… y aún así, la vida puede ser bastante extraordinaria.

Tener ideales y expectativas no es malo; éstos nos impulsan y nos dan una dirección. El problema con los arcoíris ocurre cuando dedicamos nuestra vida a perseguirlos y dejamos de ver colores en la cotidianidad por tener los ojos puestos en el cielo.

Los cazadores de arcoíris somos todas aquellas personas que creemos que los arcoíris, de hecho, son reales y se pueden alcanzar. Así que corremos detrás de esta idea perfecta, ignorando lo que pasa a nuestro alrededor, porque se trata de cosas ordinarias, sin darnos cuenta de que precisamente ahí, están ocurriendo nuestros momentos felices.

Los arcoíris son bonitos: están llenos de color y de vida, nos hacen sentirnos felices y prometen un final maravilloso. Pero nunca hay que perder de vista lo que son realmente: una bonita ilusión.

¿Por qué seguimos persiguiendo arcoíris?

Estamos diseñados para desear. Como ya he escrito en otras ocasiones al respecto, la realidad es que nuestros instintos no están hechos para hacernos sentir satisfechos. Si lo estuviéramos, si no deseáramos nada más, eso promovería conductas que nos llevarían al aislamiento y la extinción.
Tampoco (por más traumático que suene esto para ti) estamos diseñados para ser felices. ¿QUÉ?😱 Así es: existen estudios que prueban que nuestro cerebro libera más dopamina (un potente neurotransmisor asociado con el placer, la motivación y la recompensa) cuando algo se nos antoja, que cuando por fin lo compramos/comemos/usamos/logramos. En pocas palabras, que nos sentimos más felices cuando anhelamos algo que cuando por fin lo tenemos. Por esta razón es perfectamente comprensible que un gran número personas vivamos cazando un arcoíris, o brincando de una a otro, pensando que seguramente nos llevará a encontrar el tesoro de la felicidad.

Entonces, ¿cómo romper este hábito, si es algo que hasta mi yo más básico parece pedir?

Cazadores bajo el sol y la lluvia

Hay una buena y una mala noticia: la mala es que siempre vamos a sentirnos insatisfechos. La buena es que si aceptas y entiendes este aspecto de ti misma, vas a volverte más receptiva y agradecida con tu vida. Si ahora mismo sientes miedo o evitas pensar en esto, es porque en este momento sientes un gran apego a tus ideales, y es válido, siempre y cuando éstos no te hagan sufrir. De otra forma, sería un buen momento para reflexionar si perseguir arcoíris te ha traído más desventajas que ventajas.

Empieza por identificar tus propios arcoíris. ¿Cuáles son las cosas que esperas de la vida? Analiza si cuando estas cosas no ocurren te sientes bastante mal. Si es así, significa que tus arcoíris están limitando tu vida a un muy alto nivel de expectativas: el camino más seguro hacia la frustración.
Entrénate para vivir en el presente. Los cazadores de arcoíris pasamos mucho tiempo en el futuro: trabajando duro para el futuro, ahorrando para el futuro, haciendo sacrificios para el futuro. Se nos olvida que el futuro también es una ilusión. Por ello, cuando nos demos cuenta de que estamos pasando mucho tiempo ahí, hay que volver a poner la vista al frente e invitarnos a estar (y disfrutar) en el momento. Aquí y ahora.
No hay reglas escritas para todos. Una de las grandes mentiras de la sociedad moderna es que debes de cumplir con una lista de cosas para cuando tengas X años o de lo contrario, te estás quedando atrás, te estás perdiendo de algo. Esto es falso. Es TU vida: son TUS reglas.
Cultiva el hábito de la gratitud. Un diario de gratitud, irte a la cama con 10 cosas que agradeces o por cada queja agradecer el doble, son pequeños hábitos que te devuelven a la importancia y valor que tiene tu presente.
Entiende tus deseos. Detrás de un arcoíris siempre hay un deseo. Lo que esperas encontrar al final del arcoíris dice mucho más de lo que necesitas trabajar en ti, que lo que realmente te vas a recibir del exterior.
Aprende a crear tu propia felicidad. Si te quedas esperando a que tu vida se vea igual que el arcoíris para empezar a disfrutarla, ésta se te va a ir de las manos sin que hayas podido disfrutar ni un momento. Reconoce tu poder y deja de depender de las circunstancias. Llena tu vida de pequeños momentos realmente felices: un libro, una llamada a esa buena amiga, tu cena favorita, un paseo al aire libre, el canto de las aves. Los colores del arcoíris se encuentran en pequeñas pinceladas a tu alrededor.

Te de deseo que encuentres una vida que puedas disfrutar bajo el sol y la lluvia y que en lugar de cazador de arcoíris, te puedas convertir en un gran cultivador de momentos.
Quizá la vida, de hecho, no se trata de encontrar la felicidad, sino de una larga carrera por entender y superar lo que nos hace infelices.
Quizá, estar en el aquí y en el ahora, sea el verdadero tesoro.

2 respuestas a “Cazadores de arcoíris: los peligros de buscar siempre la «felicidad»

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  1. Me agradó la analogía del arcoiris, el verlo de lejos sin saber cuál es el principio y el final es similar a la vida, como si viviéramos persiguiendo una ilusión que alguien o algo más creó, en lugar de ir creando nuestros propios arcoiris y volverlos reales. Quien sabe, quizá podamos alcanzar el tesoro si caminamos sobre él y no hacia él.
    Saludos!

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